Pela y corta las patatas en cubos medianos, del tamaño ideal para un bocado.

Calienta el aceite en una sartén o freidora a 180 °C. Fríe las patatas durante 2-3 minutos a fuego alto. Reduce la temperatura y continúa cocinando hasta que estén blandas.

Retira las patatas del aceite, escúrrelas sobre papel absorbente y déjalas enfriar mientras preparas la salsa.

En una sartén, calienta las 6 cucharadas de aceite de oliva. Sofríe los ajos y las cebollas a fuego medio hasta que estén dorados.

Añade el pimentón dulce, el pimentón picante y remueve bien para evitar que se quemen. Incorpora el laurel, el comino, y los tomates (enteros o en puré).

Cocina la mezcla a fuego medio durante 20 minutos para reducir la salsa. Para un espesor extra, puedes añadir una cucharada de pasta de tomate o llevarla al horno a 250 °C por 40 minutos.

Retira el laurel y licúa la mezcla con un procesador de alimentos hasta obtener una textura suave.

Vuelve a calentar el aceite a 180 °C. Fríe las patatas en dos tandas para asegurar que queden doradas y crujientes. Esto evita que se peguen y permite que se cocinen uniformemente.

Retira las patatas del aceite, escúrrelas en papel absorbente y sazona inmediatamente con sal u otro condimento de tu elección.

Sirve las patatas calientes en un plato o fuente. Vierte la salsa brava por encima. ¡Están listas para disfrutar!